“[…] esta no es más que una crisis sin precedentes en una civilización sin precedentes; la civilización más prolífica que ha existido nunca.”
Con esta solemnidad terminaba mi blog “La música actual SI ES BASURA”, un texto en el que comento abiertamente que una buena parte de la música actual es mediocre y está estancada (por no extenderme mucho).
En esa entrada me dedicaba a interpretar con cierta desazón el peor momento del arte de masas. Este momento supone, siempre bajo mi interpretación, la última fase antes de que se desarrollen cambios drásticos en Occidente.
Soltamos el embrague
Vale, algo va a suceder con Occidente, pero, una vez planteada la idea, ¿de qué se trata? ¿Colapso? ¿Desaceleración? ¿Extinción masiva?
Reflexionando largo y tendido sobre ello puede intuirse que padeceremos una especie de retroceso económico provocado por el desarrollo, la estabilización y el consecuente descenso demográfico. Siguiendo esta idea podríamos pensar que será necesario calentarnos con fuego en cabañas, pero no tiene por qué ser así.
¿Morirá el capitalismo? No lo creo, pero si es posible que se trastoquen sus modos de consumo y su enfoque actual. Para sobrevivir a la que se nos vendría encima, si tenemos en cuenta que pasaríamos a tener un soporte cada vez menor de nueva demanda, probablemente nos veríamos forzados a repensar nuestros planteamientos de trabajo, comunicación y orden social en definitiva.
¿Como afecta una demografía debilitada al trabajo? ¿Y al comercio? ¿Puede afectar también a la conciencia? ¿Como nos readaptaríamos?
Pero, sobre todo: ¿cómo sería la transición hacia un globalismo menos intenso? Tengamos en cuenta que hemos generado una maquinaria de producción potentísima para abastecer a un mundo superpoblado: ¿qué haremos cuando nuestro cada vez menor grupo de jóvenes tenga que sostener a un grupo notablemente superior de trabajadores jubilados?
Bueno, como aperitivo de lo que vas a leer a lo largo de este texto, pienso que la mejor posibilidad que podremos encontrar para sobreponernos a los problemas sin convertirnos en una versión más mediocre de nosotros mismos es empezar a interpretar todas nuestras realidades como conceptos complejos. Dando continuidad a esta estirpe del pensamiento lineal no solo retrocederíamos, sino que posiblemente conoceríamos la decadencia más grande de la edad moderna.
Pero antes de hablar del arte y cebar nuestro morbo con futuribles, hablemos un poco de soportes artísticos:
La banalidad y la obsesión por el patrimonio
No me cansare de presumir de la vigencia de este blog que escribí hace años (La conexión artista-público mediante la banalidad). El arte diagnostica a la sociedad y la pone frente a un espejo que parodia todos sus movimientos convirtiéndolos en un teatrillo de títeres. La música urbana representa nuestro sueño de ser estrellas y destacar frente a otros. Presumimos de una vida ficticia de ensueño en Instagram cargando una mochila real de ansiedad y complejos. Y no me malinterpretes, no creo que nadie tenga la culpa de esto; simplemente se trata de una dinámica que nos ha atrapado y sin apenas percatarnos. Pero esta no es la definición de «capitalismo»; frecuentemente se alude al «capitalismo» en referencia a la negligencia o mala praxis dentro del mismo, lo cual es una metonimia bastante pobre. El capitalismo como tal es un ángulo en este polígono de realidades que iteractuan y colisionan dentro de nuestro hermoso -aunque enfermo- Occidente. Y precisamente de nuestro buen juicio a la hora de interpretar este complejo polígono, dependerá que nos sobrepongamos a los retrocesos que conoceremos más pronto que tarde.
Pero vamos con lo importante, ¿cómo funciona el capitalismo dentro del polígono? Tengamos en cuenta que nuestro ritmo de producción actual es la parte más tóxica de la conciencia capitalista; una conciencia que hace que proliferen mentalidades focalizadas en crear y crear, y muchas veces producir por producir. Hay muchas buenas ideas y mucha verdad, pero también se hace notar una falsa necesidad de alcanzar un nivel de vida superior al de los demás y acumular un patrimonio lo más grande posible.
Probablemente nuestra nueva realidad global, así como la superpoblación que hemos conocido de un tiempo a esta parte, han ayudado a crear una enorme infraestructura dedicada a producir en masa. La consecuencia parece ser una veneración absoluta de la competencia empresarial y su ciclo autodestructivo. Y es que la librecompetencia es un concepto muy bonito a nivel teórico, pero bastante delicado cuando se padece en la vida real. Estar obligado a superar a empresas que se dedican a tu mismo nicho para no caer en la quiebra es duro y muy dañino, aunque poco menos sana es la competencia contra uno mismo para hacer crecer un negocio. Pero esta incapacidad para gobernar nuestra ansiedad por el trabajo y el dinero, ¿podría ser algo así como la adolescencia del occidente desarrollado?
Generación Tiktok, el peor síntoma de la decadencia moderna
También sería interesante comentar esto abiertamente: antes se escuchaba la radio y se leían periódicos. Hoy parece como si hubiéramos olvidado lo que es estar al día: no sabemos seleccionar la información (nos “infoxicamos”) y vemos realities cada vez más absurdos en la televisión (aquí tienes otro vértice del polígono; si consumimos banalidad lo hacemos en gran parte motivados por el imperativo de desconectar del flujo de trabajo). Y si ahora nos pusiéramos simplones, nos preguntaríamos si el ser humano está capacitado para engrosar su número de individuos hasta nuestras cifras. ¿Nos volvemos más tontos a medida que aumentamos?. Según esto, si decreciéramos, ¿nos haríamos más refinados? ¿Acaso somos más estúpidos por la selección artificial?
Pero espera, espera…
¿Somos más tontos que nunca?
…
¿De verdad?
Nos infoxicamos, si, pero a través de las redes de telecomunicación más sofisticadas que jamás han existido, y escuchamos trap y reggaetón -vale, música sencilla y pegadiza, y de hecho cada día más repetitiva- pero sus diseños sonoros son algunos de los más cuidados que se han llegado a alcanzar nunca. Y todo esto se ha logrado exprimiendo nuestras capacidades hasta límites que no conocíamos (exacto, gracias al consumo de masas y la librecompetencia).
Tiktok ha hecho que mueran personas por hacer retos virales sobre dejar de respirar hasta perder el conocimiento, si. Pero el mismo consumo de masas que trae gente haciendose selfies en barrancos nos ha hecho también más inquietos que nunca a nivel intelectual. Ahora no solo consumimos información, muchos de nosotros somos sujetos activos de la cultura y el entretenimiento. Tenemos un podcast, un blog o un canal de Youtube; soportes desde los cuales emitimos como medios alternativos, un don que nos regala el estado de bienestar y que estimula el debate social. Pero…
¿A dónde nos está llevando el debate social?
Este es otro punto importante que podría afectar a nuestro futuro: anivel de opinión tenemos hoy dos partes que discuten sin parar como no había sucedido nunca (sobre todo en cuestiones polémicas relacionadas con política). Pero, ¿es necesariamente malo? Párate a pensar qué habia antes. Lo que hoy son puntos de vista que nos distancian, ayer fundamentaban un primer escenario de silencio, algo así como una sociedad moderna en plena niñez, consciente de la existencia de temas tabú a los cuales teníamos el acceso vetado. Pero un día nos hicimos adolescentes y empezamos a berrearnos unos a otros con el Bloq Mayús como espada y el anonimato como escudo. ¿No crees que lo próximo es alcanzar la adultez y acercar posturas poco a poco? La deriva lógica en este sentido sería dejar el radicalismo a un lado y moderarnos, rompiendo la pared de nuestras cámaras de eco y escapando de este perpetuo estado de confort.
Y finalmente, ¿Qué va a pasar con la música si nos desinflamos? Regresemos al futuro: tenemos una cadena de producción más pequeña. ¿Cambiaría esto los modos de consumo musicales? ¿Provocaría que dejáramos de consumir música mainstream pegadiza y repetitiva? ¿Podríamos dejar a un lado la estupidez de Tiktok y salvaguardar nuestros podcast reflexivos?
Me gustaría ser positivo con todo esto: y es que las interpretaciones complejas de la realidad podrían ser aplicadas a la música. Partiendo de estas premisas, las radios no deberían sentirse comprometidas con un gusto tan unilateral, de manera que los nichos (géneros) más impopulares de la música cobrarían fuerza y la masa podría entender y disfrutar canciones con acordes de más de tres notas.
Un mercado desprovisto de modelos de producción para un mundo sobrepoblado podría garantizar una mayor variedad, lo que permitiría que mucha gente fuera capaz de vivir de músicas con las que hoy desaparecerían en el intento de ser escuchados. Y eso no es lo mejor: conservar el patrimonio artístico podría llevar a que los géneros nunca murieran a base de ser explotados en los medios radiofónicos, como sucedió con el disco y el dubstep (aunque ya sabemos que realmente nunca muerieron del todo).
Pero no nos conformemos con esto, vayamos un poco más allá. La muerte de Tiktok sería el indicador de que algo va bien: habría desaparecido una buena parte de la banalidad del consumidor. Y en general, con un modelo de consumo más sano se esfumarían esos pensamientos invasivos de alcanzar “la vida padre” del influencer o establecer competencias absurdas por destacar en redes. Esto reforzaría en el arte la posibilidad de responder con un diagnóstico más sano de la sociedad, lo que haría que se esfumaran de la cultura popular las letras superficiales de Nicki Minaj. Et voilà!
Pero… ¿qué habría en lugar de todo ello? Por ejemplo: ¿avanzaríamos hacia nuevos conceptos de letras o retrocederíamos a modelos anteriores? ¿Volverían Simon y Garfunkel? Si todo fuera tan fortuito, la nueva música podría -por ejemplo- hablar abiertamente de política sin ser un absurdo y rabioso chillido, como sucedió con el punk. De hecho, podrían cubrirse formas alternativas de comunicar: imagínate que el silbo gomero sonara en la MTV. ¿Distopía o milagro?
Interconectados, pero más libres y sofisticados que nunca, ¿podríamos decir que la humanidad de nuestra era moderna se habría hecho por fin adulta?¿O acaso esta adolescencia nos llevará a extinguirnos en una devastadora guerra nuclear? Vaya, la cosa se lía…
¡En fin! Espero que hayas disfrutado de este blog. Te dejo 6 blogs relacionados llenos de chicha y morbo. Date un paseíto por aquí, que siempre serás bien recibido!